A continuación se preguntó con entusiasmo y curiosidad, si la planta registraría también en el papel del polígrafo una respuesta "humana" a cualquier amenaza contra su seguridad y bienestar y decidió tratar de quemarle una hoja.
Lo que ocurrió entonces, fue muy afortunado. Según sus propias palabras: "En cuanto concebí mentalmente la imagen del fuego, la pluma del polígrafo enloqueció y saltó fuera del gráfico. Eso sí que me dio un sobresalto."
Era obvio que la planta, mediante alguna comunicación celular primaria, había percibido la amenaza contra su seguridad. De forma accidental, Backster acababa de efectuar un descubrimiento singular.
Lo que aquellos primeros indicios le señalaban es que las plantas son capaces de experimentar sensaciones. Y no sólo eso, sino que esas sensaciones podían medirse y cuantificarse del mismo modo que en los humanos. A partir de ese momento, el investigador comenzó a efectuar experimentos cuyos resultados fueron apasionantes.
Cleve Backster ha realizado cuidadosamente cientos de obsevaciones, en un esfuerzo concentrado e intenso por hallar más pruebas de la percepción celular primaria, no solo en la vida vegetal, sino en huevos frescos, cultivos de moho, yogurt, células sanguíneas humanas, muestras de tejido e incluso espermatozoides.
Ha demostrado que las plantas domésticas registran una visible aprensión cuando pasa un perro y también reciben señales de las células moribundas de la sangre medio seca brotada de un dedo cortado por accidente. En realidad, es de igual importancia como prueba de la Unidad del Universo el hecho de que respondan a las señales de inquietud despertadas en cualquier célula de cualquier miembro de la comunidad viviente. Más aún, Cleve B ha descubierto que las plantas pueden recibir señales del pensamiento humano a través de considerables distancias. Han registrado "placer" en el momento en que Cleve, a veinte o veinticinco kilómetros de distancia, pensó en volver para regarlas. Los sentimientos y las imágenes experimentadas individualmente por las plantas y recibidas de otros por ellas no consisten en palabras articuladas, por supueso. No han dado clases de idiomas y por tanto, no comprenden palabras tales como "te van a quemar una hoja" o "espera un poco, ya sé que tienes sed, voy a por agua. Posdata: te amo". Pero cuando quien pronuncia esas palabras imagina esos actos, la traducción a sensación de amenaza, consuelo o afecto es inmediata y directa.
Si Backster ha llamado primario a este fenómeno es porque tal percepción se aplica a todas las células que ha monitorizado, cualquiera sea su función biológica. Ha descubierto respuestas similares en la ameba, el paramecio y todos los organismos unicelulares que ha probado. Ha intentado infructuosamente bloquear el intercambio de señales mediante una pantalla Faraday, cajas aislantes y envases con interior de plomo. De un modo u otro, la comunicación continúa sin interrupción, tal como ocurre cuando se realizan intentos de bloquear la comunicación invisible entre seres humanos en experimentos de percepción extrasensorial. La conclusión a la que ha llegado Cleve Backster es que "por asombroso que parezca, parece existir una señal de fuerza vital que vincula a toda la creación".
Lo asombroso en la actualidad será mañana cosa de todos los días. Los humanos no tardamos en habituarnos a los milagros. Los descubrimientos antes apabullantes de la electricidad, la radio, el teléfono y la televisión son muy normales. Nadie cae de rodillas maravillado al atender el teléfono, encender la radio o conectar a televisión. Nos aburrimos de la magia casi de inmediato. Pero tal vez sea eso lo que impulsa al Espíritu humano siempre hacia adelante, siempre hacia arriba, en busca de nuevas magias, en busca de nuevos milagros.
Algunos de los descubrimientos de Cleve Backster son divertidos, pero igualmente importantes en cuanto a su significado. Un ejemplo es el “desmayo de las hortalizas”.
Se conectan electrodos a tres tipos diferentes de verduras frescas. Luego alguien elige una de esas tres para dejarla caer en agua hirviendo, como se hace en los restaurantes con las pobres langostas vivas. La hortaliza seleccionada “se desmaya” aun antes de que la toque, en cuanto es mentalmente seleccionada: es decir: el polígrafo registra un súbito movimiento hacia arriba, seguido por una abrupta línea recta que indica “inconsciencia” Las otras verduras continúan sus garabatos gráficos sin interrupción. . . hasta que la infortunada compañera cae en el agua hirviente: entonces responden con una empática agitación. Los huevos también “se desmayan” cuando se decide recogerlos y romperlos; registran una respuesta “nerviosa” similar cuando se rompe otro huevo a poca distancia.
Este descubrimiento es muy consolador para los vegetarianos, al comprobar que los vegetales caen en una especie de coma anestésico en cuanto comprenden lo que les va a pasar. Cleve B. piensa que uno debería notificar a la comida que está a punto de convertirse en parte de la cadena alimenticia, a fin de que entren en un coma indoloro y protector. Es lo que suelen hacer los monjes tibetanos: disculparse en voz alta ante los alimentos antes de prepararlos o comerlos.
Otro ejemplo del desmayo ocurrió cuando C.B. recibió en su laboratorio de Nueva York la visita de una señora de cierta universidad de Canadá, que se dedicaba a la botánica y “trabajaba con plantas”. Quería observar una de las demostraciones con vegetales. Aunque a C.B. No le gustaban ese tipo de cosas, le dio reticentemente el gusto. A la hora designada para la demostración, la mujer llamó a la puerta. La hizo pasar y la condujo directamente a donde estaban las plantas. Mientras ella se sentaba a mirar, él conectó electrodos a varias de las plantas y esperó. Siguió esperando. No había señales, ni siquiera de “desmayo”. Las agujas no se movían en el polígrafo.
Con una mezcla de bochorno, fastidio e intriga (nunca antes había visto semejante falta de respuesta), pasó un rato trabajando con los electrodos y finalmente renunció. Las plantas no querían “hablar”. Habían cortado toda su comunicación. . . y punto. Eso era todo. C. B. se dijo que si se habían “desmayado” debía de haber ocurrido antes de que él las conectara, probablemente en el momento en que la mujer había llamado a su puerta. . . con algún pensamiento errabundo flotando en su mente. Pero ¿Cual?.
Tras conversar amablemente unos minutos con su visitante, le preguntó que qué clase de trabajo hacía en la Universidad. Ella respondió alegremente: “En general, reúno plantas, las llevo al laboratorio, las pongo en el horno y las horneo para obtener su peso neto”.
¡Misterio resuelto!
Las asustadas plantas habían captado, por el extraño Código Morse de la percepción vegetal, que al laboratorio acababa de entrar una “bruja malvada” que quizá quisiera convertirlas en cosas secas. En cuanto la mujer abandonó el laboratorio, C.B. muy preocupado, volvió a sus traumatizadas plantas; allí estaban, trazando otra vez sus normales diseños de “tranquilidad” en el papel del polígrafo pasado ya el susto.
A quien pueda interesar, se le recomienda el libro "The Secret Life of Plants" de Peter Tompkins y Christopher Bird
Se aclara aquí que Cleve Backster, a pesar de haber estudiado ingeniería civil, agricultura y psicología en la Universidad de Texas, no ha terminado ninguno de estos estudios. Así que cuando se le invitó a pronunciar un discurso ante la augusta, respetable y ultraconservadora Asociación americana para el Progreso de la Ciencia (AAPC), se le dio el título de "Padre de la Percepción Celular Primaria". . . Tras ser presentado así ante tan honorable público en la ciudad de Nueva York, haciendo gala de un sutil sentido del humor comenzó de esta forma: "Por el modo en que ustedes han estado recibiendo mi investigación, me siento, antes bien, su madre soltera"
Fuente: Starsign - Linda goodman