África en América: según la tradición Orixa Ossanha es quien guarda y cuida toda la vegetación, y tiene el conocimiento de las propiedades curativas de todas las plantas. Se le pide fuerza, energía y sabiduría en la elaboración de tés, tisanas, infusiones, para poder elegir las hierbas correctas y hacer un buen uso de ellas. Es el médico por excelencia, se le invoca por la sanación las personas, sincretizado católicamente con ¨San Pantaleón¨ (médico y santo mártir cristiano)
Sin embargo, según la tradición, este Orixa ha sufrido una profunda herida, y se lo representa con una muleta y sin una pierna (por eso se les atribuye a los hijos de Ossanha un andar característico, similar a rengueo) Tal como Quirón en la mitología griega, Orixa Ossanha es el “sanador herido”, curador del cuerpo y espíritu, sabio y reconocido por sus conocimientos sobre medicina… Como es de suponer, estos paralelismos son simples coincidencias, no? Aquí una leyenda que aborda la naturaleza de su herida:
“A orillas de una cachuera de aguas dulces y cristalinas, sentada sobre una gran piedra, una doncella muy bonita, pasaba hora observando su rostro, perfumando su cuerpo, peinando su cabello. Orgullosa de sí, sabiéndose la más bella. Presumía a sus hermanas y a los jóvenes guerreros.
Deleitaba sus oídos con la armoniosa melodía del canto de los pájaros. De repente percibe golpes bruscos, secos y el desgarro de ramas, que caen; instintivamente curiosa penetra la espesa selva, siguiendo el son de los golpes. Llega a un claro y lo observa, fornido y buen mozo, con piel como la noche: seleccionando ramas, cortándolas con cuidado, palpando sus hojas sintiendo su aroma.
Seducida por la delicadeza con la cual aquel mozo trataba las hierbas, se aproxima sigilosamente a él, para observar su rostro y una rama que cruje en su pie descubre su presencia. Y en un instante cae presa de la mirada ruda pero viril de él. Sintiéndose avergonzada por ser sorprendida espiando, corre a su morada.
Oxum, que así se llamaba, agitada y excitada por esa experiencia, llega al encuentro de sus hermanas y comenta con detalle lo ocurrido, la experiencia vivida. Oba, quien escucha el relato, comenta que ese mozo, se llamaba Ossanha y era poseedor de una gran riqueza, la sabiduría y el conocimiento profundo en la vegetación.
Oxum, encantada y ambiciosa, no interpreta el valor de la riqueza. Y comienza a divagar con su pensamiento. Debía conquistar a Osanna ya que él era justo lo que ella ambiciona. Rico, hacendado, joven y buen mozo. Necesitaba una buena estrategia para que él se rinda a sus encantos y así lo tendría a su disposición.
Entre tanto, Ossanha un ser puramente introvertido, ajeno conocedor de los placeres mundanos, amigo y fiel aprendiz de la sabia naturaleza, queda prendado ante la belleza de aquella joven doncella; cautivado por aquella beldad femenina, al día siguiente vuelve a trabajar al mismo lugar con la esperanza de volver a verla.
Ya cuando el atardecer caía, Oxum anuncia su presencia danzando al compás del son de la tala. Delicada y seductora, embriaga los ojos de Ossanha y se acerca muy lentamente. Con movimientos acompasados que fluían de las manos de aquél.
De repente un golpe seco y la selva cae en silencio y dolor. Un quejido de desesperación, locura y también temor: Ossanha cae derrumbado segado en sangre y desesperación. La magia y excitación le habían hecho perder el control y sin darse cuenta resbala el hacha y corta una pierna, como nada.
Oxum, al ver a Ossanha bañado en sangre y dolor, un pedazo de pierna a un costado desprendido de su cuerpo, enloquece; y en su desesperación huye creyendo muerto a aquel mozo.
Ossanha, en un intento por salvar su vida, se arrastra, hasta un viejo tronco caído y busca dentro de él, la seda que las arañas fabrican, para taponar su herida. La coloca sobre ella y también hojas medicinales mascadas. Amarrada con raíces, corta la hemorragia y la infección, aunque extenuado de dolor desfallece. Entre tanto los animales y aves de rapiña comenzaban a rondar el lugar atraídos por el olor a la sangre, anunciando su presencia con chillidos característicos.
Oxossi compañero inseparable de Ossanha, conocedor del dialecto de los animales, percibe peligro, sabe que hay una presa; instintivamente sabe que es humana y atravesando la selva como nadie lo podría hacer jamás y utilizando el mismo lenguaje, pide la retirada de los animales.
Llega al lugar y al ver a su hermano herido monta en cólera. Cegado, no se da cuenta que está vivo. Desarmado de dolor cae sobre sus rodillas pidiendo la cabeza del culpable y una voz débil y temblorosa dice: -no, fue mi culpa.
Oxossi levanta sus ojos llorosos, una luz de esperanza se enciende al ver y escuchar a su hermano vivo. Lo levanta en brazos y lo lleva al kilombo (casa construida en la cima de los árboles). Vela por él, hasta pasado el peligro; corta el mejor roble, y talla la más hermosa muleta.
Con el tiempo, cicatrizó su herida y aprendió a manejarse con la muleta que su hermano y compañero había fabricado para él. Volvió a la floresta para encontrarse con él mismo. Pero había algo que todavía no curaba, la herida del corazón; días y días volvía a aquel trágico lugar, donde conoció el amor, con la esperanza de volver a verla. Pero, aquella hermosa doncella jamás apareció. Y dudaba si era porque lo creía muerto o porque realmente no le interesaba lo que hubiese sucedido con él.
Una mañana decide ir en su busca, llegar ante ella y disipar aquella bruma de dudas. Recorre senderos, caminos, hasta que llega a orillas de una cascada y escucha un canto tan dulce y armonioso como el de los pájaros; muy despacio y en silencio se acerca, observa hermosas mujeres. Cantando riendo, arreglándose: Sí, entre ellas estaba aquella que lo había prendado.
Toma coraje y se dirige erguido y lento imponiendo su presencia. El silencio se hace eterno, sus miradas se encuentran.
Oxum baja la vista, le da la espalda y se sumerge en el agua; como si nunca lo hubiese conocido. Oba lo reconoce y se levanta con alegría y desconcierto a saludarlo: ¡gueo, gueo! ¡Ossanha! Con dulzura lo abraza, él estaba tieso con la mirada fija en las aguas.
Sin decir palabra, acaricia el rostro de Oba, besa su mano y se aleja silenciosamente, disipando toda ilusión y esperanza. Comprendió “que fue una suerte perder una pierna y no la cabeza a causa de un amor no correspondido, y que el amor así como la belleza no siempre ¡no siempre! están a la vista de los ojos, sino en el interior de cada ser. Y en el lugar que menos esperamos encontrarlo”.
Salve Ossanha, Eú Eú...
Fuentes: blog reino-de-oxun-e-iemanja // blog portal de xapana