Desde la antigüedad, el hombre, debido a la necesidad de
curar las enfermedades, ha sabido utilizar las plantas medicinales con fines curativos.
El hombre primitivo empezó a diferenciar las plantas de uso alimentario y las
que no lo eran y, al mismo tiempo, observando los efectos producidos en los
animales o incluso en ellos mismos, empezaron a conocer los efectos curativos
de muchas plantas, así como la toxicidad de muchas otras. En las tribus
primitivas era el brujo quien tenía el poder de curar y, por tanto, él era
quien se encargaba del estudio de las plantas medicinales. Estos conocimientos
le permitían tener una posición jerárquica elevada dentro de la tribu y
mantenía esta posición privilegiada.
Las enfermedades también eran atribuidas a seres malignos y
demonios que debían ser expulsados del cuerpo. Para ello se usaron muchos tipos
de plantas pero cabe destacar los purgantes, los eméticos (que provocan el
vómito) y los alucinógenos. En muchos casos las plantas utilizadas tenían un
olor y un aspecto nauseabundo para así expulsar el demonio del cuerpo del enfermo;
en el caso de los alucinógenos, el brujo conectaba con fuerzas sobrenaturales
para diagnosticar y saber tratar el mal. Estas sociedades creían en la curación
por analogía, es decir «lo igual, cura a lo igual». Así pues, siguiendo estas
bases, las plantas con hojas en forma de corazón servían para tratar enfermedades
cardíacas, las flores rojas, eran buenas para la sangre y así podríamos seguir
haciendo una larga lista.
La primera información detallada sobre las plantas
medicinales y sus usos procede de China. Se cree que entre los años 2500 y 3000
a.C. el emperador Chen-Nung, probó una larga lista de plantas para conocer sus
efectos en el cuerpo humano. Después de estos experimentos anunció que el
ginseng era la planta más fabulosa y que favorecía la longevidad en gran
medida. Se dice que este emperador vivió hasta los ciento veintitrés años
aunque realmente es difícil de determinar si este hecho es más una leyenda que
una realidad.
Desde el año 2300 antes de Cristo, los egipcios cultivaron a
orillas del Nilo plantas como el lino y el cáñamo para hacer uso de ellas con
fines medicinales. Durante sus expediciones hacían acopio de plantas como el
incienso, sándalo, ébano que utilizarían con posterioridad en ceremonias y
quemándolos como purificadores del aire. Son célebres los papiros de Ebers y
Smith, Birch, Prisse y Hearts en los que se mencionan algunas plantas y se hace
referencia a la existencia de herboristas en el antiguo Egipto. Algunos
documentos relatan que a los esclavos que trabajaban en la construcción de las
pirámides se les daba ajo para mantenerlos fuertes y sanos y son muchos los que
describen el uso de plantas y esencias con fines cosméticos y purificadores.
Así, por ejemplo, se preparaban baños, bálsamos y cremas a partir de extractos
vegetales para mantener la belleza de las mujeres; Cleopatra y Nefertiti son un
claro ejemplo de la importancia que le daban a este aspecto.
Sin embargo, donde toma especial importancia el uso de
esencias y plantas medicinales es en las ceremonias de embalsamamiento y momificación.
Los cadáveres eran envueltos con cintas de lino que empapaban en bálsamos y
esencias obtenidas de ciertas plantas. Se empleaban según los historiadores,
grandes cantidades de líquidos perfumados y antisépticos, gomas y distintas
materias de origen vegetal con el fin de conservar lo mejor posible el cadáver.
Los cuerpos eran ungidos con aceite de cedro al tiempo que se empleaba la
mirra, canela y las flores de loto. Prueba de la efectividad de los métodos utilizados
en estas ceremonias son las momias de los faraones que han sido descubiertas a
lo largo de la historia y que a buen seguro hoy en día seríamos incapaces de
lograr tanta eficacia en la conservación.
Los asirios y los babilonios también dejaron muestras del
uso que hicieron de las plantas medicinales. Las tablillas de Nínive describen
en este sentido el uso de algunas plantas, tinturas y ungüentos durante esta
época. Los textos bíblicos describen también cómo los hebreos cultivaban numerosas
plantas y hacían uso de alguna de ellas en sacrificios y ceremonias religiosas.
El incienso, por ejemplo, era ampliamente utilizado para purificar los
ambientes al igual que los aceites y perfumes eran empleados en ceremonias
funerarias.
La civilización Hindú, ha sido, y es, posiblemente por la
riqueza de su flora medicinal una de las civilizaciones que más uso ha
realizado de las plantas medicinales. Actualmente, en la Medicina Hindú, las
plantas medicinales constituyen más de un 50% del arsenal terapéutico disponible
para tratar las distintas enfermedades. Son numerosos los documentos (Caraca,
Susruta, Vagabhta) que recogen la preparación y el uso de preparados a base de
plantas. En estas obras se describen la preparación de elixires, pócimas
purgantes y vomitivas, macerados, esencias, así como las virtudes de numerosas
plantas medicinales.
En la antigua Grecia se introdujeron dos cambios importantes
en el ámbito de la medicina y las plantas medicinales. En primer lugar y con la
creación de las diversas escuelas, los conocimientos dejaban de ser algo que se
transmitía de forma oral para quedar recopilados y reflejados en obras
escritas. Por otro lado, la ciencia de la medicina, dejó de estar vinculada a
la religión para pasar a manos de los filósofos. Así, Aristóteles e Hipócrates
recopilaron en diversas obras los conocimientos médicos de su tiempo y los
remedios vegetales que se utilizaban para cada enfermedad. Teofrasto de Erasios
(discípulo de Aristóteles y director de la famosa escuela peripatética) escribió
la «Historia plantarum» y «Causis plantarum», en las que ya se empiezan a
describir botánicamente algunas plantas y sus usos terapéuticos. Se describe
por ejemplo el incienso, la mirra y los procedimientos para su obtención; las
propiedades del helecho macho, del regaliz, altea, anís y estoraque. Advierte
de los venenos de algunas plantas y nombra una serie de raíces medicinales.
Sería sin embargo Dioscórides (siglo I a.C.) quien dejaría
una verdadera huella en el mundo de las plantas medicinales. En su tratado «Materia
médica», enumeró más de 500 plantas medicinales recopilando los datos botánicos
y sus usos terapéuticos. En esta misma época apareció la figura de los «rizotomos»,
personas que se dedicaban a recolectar y vender plantas medicinales.
Los romanos no profundizaron tanto como los griegos en los
conocimientos científicos. Destacan en esta época las obras de Plinio «Historia
natural» y de Galeno, al que se le considera el padre de la Farmacia por la
forma de preparar los medicamentos. Éste último escribió más de 200 obras entre
las que destacan: «De simplicium medicamentorum temperamentis y facultatibus»,
«De antidotis» y «Decompositione medicamentorum secundum locus».
Durante la Edad Media se dio un paso atrás en el ámbito de
la medicina y el conocimiento de las plantas medicinales. Se volvió de nuevo a
unir la medicina con la religión y el empirismo. Renació la «medicina de los
signos» en la que se consideraba de nuevo el principio de similitud: las
enfermedades se trataban con plantas que eran similares a éstas. Durante esta
época de transición la ciencia quedó confinada a las órdenes religiosas y a los
conventos donde incluso se mantenían pequeños jardines botánicos.
Brilló sin embargo desde principios del siglo IX hasta
finales del XIV la Escuela de Salerno que realizó importantes obras como el
«Andotarium» (tratado de materia médica) y el «Regimen Sanitatis Salernitatum»
obra en la cual se citan más de cien plantas medicinales.
Durante el Renacimiento, la botánica y la medicina
adquirieron la categoría de «ciencias independientes». Paracelso vislumbró la
idea de los principios activos tratando de aislar la «quintaesencia» de las plantas
medicinales, es decir, aquello que confería a los vegetales las propiedades
curativas. Se establecieron las primeras clasificaciones botánicas y a finales
del renacimiento, Linneo (1707-1778) estableció su famosa nomenclatura binaria
que adoptaron rápidamente todos los botánicos y que sigue vigente hasta
nuestros días. Las expediciones y viajes a nuevos mundos (Colón, Vasco de Gama,
Magallanes...) contribuyeron a enriquecer el arsenal terapéutico vegetal con
nuevas plantas totalmente desconocidas hasta entonces (té, cacao, coca, quina,
jalapa, ipecacuana, etc.). Este hecho propició la realización de numerosos
herbarios y tratados de botánica y farmacognosia.
Sería en el siglo XIX cuando el herbalismo empezó a perder
importancia, aunque se siguiera practicando en las zonas rurales, a finales del
siglo, los médicos empezaron a utilizar cada vez con mayor asiduidad los
principios extraídos de las plantas y los medicamentos obtenidos por síntesis.
Se trataba entonces de buscar sustancias con mayor actividad que las plantas
medicinales, más efectivas y con menos variabilidad, ideas que se han mantenido
hasta nuestros días.
Actualmente, sin embargo, se está volviendo la vista atrás y
se están volviendo a utilizar cada vez con más asiduidad las plantas medicinales
ya que aunque tal vez sean menos efectivas en algunos tratamientos son también
menos agresivas y con menos efectos secundarios. Sin duda debe tener un gran
peso específico los siglos y siglos durante los cuales se ha hecho uso de las
plantas medicinales, frente a los pocos años que avalan el empleo de los
medicamentos de síntesis. Se ha pasado incluso de una época en la que se olvidó
el mundo vegetal como fuente de investigación de nuevos fármacos a una época actual
en la que los grandes laboratorios farmacéuticos han dirigido de nuevo las
miradas a las plantas medicinales tratando de obtener de ellas nuevos
principios activos.
Fuente:
Guía Ilustrada de Plantas Medicinales / Centro de Estudios Superiores IUSC
/Barcelona