Las "plantas medicinales" han sido empleadas desde hace siglos para restaurar la salud. Distintas culturas, en distintos lugares y en todos los tiempos han aportado su visión y su conocimiento. Es un legado ancestral que aún hoy se recupera y actualiza con nuevos aportes. Los "yuyeros" del Siglo 21 continuamos la tradición: aquí una recopilación de artículos, notas e investigaciones sobre la temática ...sean bienvenid@s a esta bitácora virtual !
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Hablando con las plantas...



"...El mundo que nos rodea es muy misterioso  -dijo Don Juan- No entrega fácilmente sus secretos.
Me gustaban sus frases crípticas. Eran un reto y un misterio. No podía yo determinar si estaban llenas de significados ocultos o si eran sólo puros sinsentidos.

-Ahora nos importa perder la arrogancia -dijo-. Mientras te sientas lo más importante del mundo, no puedes apreciar en verdad el mundo que te rodea. Eres como un caballo con anteojeras: nada más te ves tú mismo, ajeno a todo lo demás. Me examinó un momento.
-Voy a hablar aquí con mi amiguita  -dijo-, señalando una planta pequeña.
Se arrodilló frente a ella y empezó a acariciarla y a hablarle. Al principio no entendí lo que decía, pero luego cambió de idioma y le habló a la planta en español. Parloteó sandeces durante un rato. Luego se incorporó.

-No importa lo que le digas a una planta -dijo-. Lo mismo da que inventes las palabras; lo importante es sentir que te cae bien y tratarla como tu igual. Explicó que alguien que corta plantas debe disculparse cada vez por hacerlo, y asegurarles que algún día su propio cuerpo les servirá de alimento.
-Conque, a fin de cuentas, las plantas y nosotros estamos parejos  -dijo-. Ni ellas ni nosotros tenemos más ni menos importancia.

"Anda, háblale a la plantita -me instó-. Dile que ya no te sientes importante."
Llegué incluso a arrodillarme frente a la planta, pero no pude decidirme a hablarle. Me sentí ridículo y reí. Sin embargo, no estaba enojado. Don Juan me dio palmadas en la espalda y dijo que estaba bien, que al menos había dominado mi temperamento.
-De ahora en adelante, habla con las plantitas -dijo-. Habla hasta que pierdas todo sentido de importancia. Háblales hasta que puedas hacerlo enfrente de los demás.
"Ve a esos cerros de ahí y practica solo." Le pregunté si bastaba con hablar a las plantas en silencio, mentalmente. Rió y me golpeó la cabeza con un dedo.
-¡No!  -dijo-. Debes hablarles en voz clara y fuerte si quieres que te respondan.

Caminé hasta el área en cuestión, riendo para mí de sus excentricidades. Incluso traté de hablar a las plantas, pero mi sentimiento de hacer el ridículo era avasallador. Tras lo que consideré una espera apropiada, volví a donde estaba don Juan. Tuve la certeza de que él sabía que yo no había hablado a las plantas. No me miró. Me hizo seña de tomar asiento junto a él.

-Obsérvame con cuidado  -dijo-. Voy a platicar con mi amiguita. Se arrodilló frente a una planta pequeña y durante unos minutos movió y contorsionó el cuerpo, hablando y riendo. Pensé que se había salido de sus cabales.
-Esta plantita me dijo que te dijera que es buena para comer  -dijo al ponerse en pie -. Me dijo que  un  manojo  de  estas  plantitas  mantiene  sano  a  un  hombre.  También  dijo  que  hay un  buen montón creciendo por allá. Don Juan señaló un área sobre una ladera, a unos doscientos metros de distancia.

-Vamos a ver –dijo-. Reí de su actuación. Estaba seguro de que hallaríamos las plantas, pues él era un experto en el terreno y sabía dónde hallar las plantas comestibles y medicinales. Mientras  íbamos hacia  la  zona  en  cuestión,  me  dijo  como  al  acaso  que  debía  fijarme  en  la planta, porque era alimento y también medicina. Le  pregunté,  medio  en  broma,  si  la  planta  acababa  de  decirle  eso.  Se  detuvo  y  me  examinó con aire incrédulo. Meneó la cabeza de lado a lado.

-¡Ah! -exclamó,  riendo-.  Te  pasas  de  listo  y  resultas  más  tonto  de  lo  que  yo  creía. ¿Cómo puede la plantita decirme ahora lo que he sabido toda mi vida? Procedió a explicar que conocía desde antes las diversas propiedades de esa planta específica, y que la planta sólo le había dicho que un buen montón de ellas crecía en el área recién indicada por él, y que a ella no le molestaba que don Juan me lo dijera. Al llegar a la ladera encontré todo un racimo de las mismas plantas. Quise reír, pero don Juan no  me  dio  tiempo.  Quería  que  yo  diese  las  gracias  al  montón  de  plantas.  Sentí  una  timidez torturante y no pude decidirme a hacerlo. Él sonrió con benevolencia e hizo otra de sus aseveraciones crípticas. La repitió tres o cuatro veces, como para darme tiempo de descifrar su sentido.

-El  mundo  que  nos  rodea  es  un  misterio -dijo-.  Y  los  hombres  no  son  mejores  que  ninguna otra  cosa.  Si  una  plantita  es  generosa  con  nosotros,  debemos  darle  las  gracias…

Fuente: Viaje a Ixtlán - Carlos Castaneda (1972)